viernes, 3 de marzo de 2017

Los amantes que no se amaban


Los amantes que no se amaban vivían en un valle lejano
 entre el cielo y el infierno,
entre el placer carnal y el dolor eterno,
entre los helechos muertos y el agua pútrida del valle en el cual observaban a menudo su reflejo.




domingo, 27 de noviembre de 2016

Intensas maneras

Era un verano del año 2011.
Recuerdo que era un domingo radiante.
El teléfono sonó antes de salir a almorzar y mi pulso se aceleró de inmediato, casi como si un impulso eléctrico embistiera mis venas con sangre bombeando a mil por hora, como un shot de tequila tomado a ultranza.

-Sé que estás ahí.
Resonó en mi habitación.

La voz, claramente, provenía del teléfono a pesar de que yo no lo había contestado.

-Puedo oírte nena. Incluso puedo sentir el bombear de tu sangre. ¿Qué te parece si hoy salimos?
Continuó.

Al oírlo, mi mente cayó en un espiral, sucia de toda comprensión y de espanto, resolvió escapar por completo de toda realidad y se apartó por completo del lugar y del tiempo. Se cubrió en espesas nubes de horror mientras las preguntas luchaban por clavarle e inundarle de dudas.

- Sólo quiero salir contigo y ser tu amigo, nena. Lo demás se lo dejaremos al tiempo.

Sus últimas palabras terminaron por derrumbarme. Mi cuerpo se abrió en dos partes perfectas mientras mis carnes iban implosionado de forma violenta exponiendo venas y sangre hacia afuera, al igual que huesos ahora convertidos en trozos inútiles y luego polvo. Mi cuerpo era ahora un enorme montón de podredumbre maloliente derramada sobre la suavidad de mi alfombra.

-Me encanta cómo hueles, ¿sabes? Me gustas mucho.
Alcancé a oirle.
Mi brazo se extendió casi dos veces su tamaño y alcanzó a alzar el teléfono:

-¿Alo? ¿Eres tú Alejandro?
-Sí, ¡hola! me preguntaba si querías salir hoy.
-Ehmm, claro. Claro que sí.
-¿Paso a recogerte en una hora entonces?
-Esta bien. Hasta luego.
-No puedo creerlo. Nos vemos en una hora entonces, Creí que jamás aceptarías. Sentía que...bueno... ¡Hasta luego!

Colgué y abracé el teléfono, lo cogí fuertemente juntándolo a mi pecho mientras me sentaba sobre la alfombra y pensaba que oficialmente iba tener mi primera cita.
Aún me consumía el espanto.


jueves, 18 de febrero de 2016

Para mi era Mayra

Su nombre era, en realidad, Elizabeth.
A veces era Sindy. Otras, Patricia. Pero conmigo siempre era Mayra.

El día que ella murió hice lo que siempre pensé que haría.

Encerrarme en mi habitación y no salir hasta que me muera yo también.
O al menos hasta que dejara de llorar inconteniblemente y no se notara que traía la cara roja y los ojos hinchados de tanto recordar nuestros días como alumnos de Bellas Artes, como amigos, como amantes, como todo unos hijos de puta inútiles que pasaban sus días entre flirteo barato y sesiones incontables de fumadas de hachis.
Escuchábamos a Philippe Monier, Edith Piaf y cuanto francés nos venda buena música en discos de vinilo y nos inspire a pintar los peores murales de Lima, o tal vez algo más que eso.
Tal vez estimularla. Pero nada de eso sirvió nunca.
Tenía las piernas bien cerradas y la mente muy abierta.

Al principio creí que era su forma cruel de burlarse de los chicos. Calentarlos lo suficiente como para verlos rogar por ella y satisfacer su malicia.
Pero nada de maldad encontré en ella al conocerla.
Era, más bien, una niña cuyos juegos eran un poco más peligrosos que el de otras niñas. Sólo era eso.
Y fue en esos juegos cuando conoció a Alejandro.

Alejandro era otro niño. Y su lista de juguetes se resumían en una pistola, una navaja, una pipa y su más nueva adquisición: Mayra.

...


Odié el día en que la vi tan manipulada.
No era más la chica con la que me hice un tatuaje de león jamaiquino en el torso.

"Mayra, tengo coca en mi cuarto. También puedo ofrecerte algo más", le dije esperando respuesta.

Ella fingió no conocerme y me recordó que su nombre no era Mayra sino Elizabeth.

Ese día me fumé toda la coca que tenía. Lo fumé por los dos. Y recibí una nota en mi cuarto.

"Alejandro me ha dicho que vamos a casarnos. Tendremos un hijo. No me hables más, por favor. Seré sólo de él. Así es como tiene que ser".

Y ya se imaginarán como terminan este tipo de historias.
Ocurren todo el tiempo.
El tipo malo se entera que su novia esta embarazada. Finge agradarle la idea. Y finalmente acaba con ella de una forma violenta. El maldito mundo está lleno de ese tipo de finales nada felices.

Así que ayer, mientras escuchaba nuestro disco favorito, "Martin Circus", pensaba en lo genial que fue que la historia de Mayra no fuera como las de otras niñas.
Alejandro jamás logró asesinarla ni a ella ni a su bebé.

Recuerdo que ese día, luego de leer su nota, fui a buscar al hijo de puta.
Ella dormía mientras discutíamos.
Ambos forcejeamos y se oyó un disparo.

Ella se despertó en seguida.
- ¿Qué haces aquí? - recuerdo que dijo Mayra, Mirándome alarmada con sus ojos de gato.
- Cambiando tu historia. - le dije.

Y se oyeron muchos más disparos. Era como una ráfaga.


Así que, ése, amigos, fue el favor más grande que le hice a alguien.
Y era lo más justo porque ella era a la que más amaba en todo el mundo.

La mandé al cielo con su bebé y la liberé del tipo malo de la historia.
¿O acaso creen que iba a dejar que ella no tuviese un final feliz como el de las otras niñas?




La perra

Yacían entre restos de anfetamina y el hedor del alcohol barato.
Sus cuerpos desnudos se cubrían tan solo de nubes de humo.

- Dime, cuando me conociste... ¿en realidad me odiabas tanto como decías? - dijo ella.
- Uf, muchísimo. Yo fui el primero en llamarte "la perra". Lo siento mucho, no creí que se haría tan popular. - respondió él con cierta pena.
- ¡Así que tú fuiste, hijo de puta! - lo rezondró de manera tierna.
- No había otra manera como describirte. le gritabas a todos, te burlabas de todos, te zurrabas en todos... y te odie por eso.
- ¿Y como es que ahora estás aquí conmigo?
- No tengo una puta idea. Podría atribuirlo a tu culo, tal vez.
- Sí, supongo que tengo un buen culo.
- Puede ser esa la razón. Aunque... en realidad, más que tu atractivo físico, creo hubo algo más...
- Algo más... ¿cómo qué?
- No lo sé. Es extraño. Discutíamos siempre. Ahora que lo pienso no sé en qué momento me empezaste a atraer.
- Sí. Es extraño.
- Lo es, lo es. Por más que pienso no puedo recordar cuando fue que me empezaste a gustar.
- Déjalo así. No pienses más en eso si no puedes recordarlo.
- Sí, será mejor que duerma.

Diciendo esto se apoyo hacia donde ella estaba acostada y recorrió su palma por su pecho, suavemente como si le untase su amor con los dedos, luego jugó con los pezones de su chica como si estos fuesen desenroscables.

- Eres muy tierno cuando intentar recordar algo que nunca pasó.
Te ves muy tierno en verdad... sin embargo lo tuyo además de ternura me causa cierta pena.
Es algo triste ver cómo ignoras que el día que te empecé a gustar fue el día en que te jugué una trampa.
No debí hacerlo. Lo sé.
Pero supongo que es el tipo de cosas que las chicas malas solemos hacer.
Romper reglas.
Salirnos con la nuestra.
Incluso usar magia negra. 

Pensó la perra mientras él dormía junto a ella, sucio de un amor embrujado.


Un último abrazo

- Nena, no puedes follarme e irte así.
- Es la única forma que conozco de irme.
- ¿Y qué hay de lo que me dijiste? Me hablaste de amistad, de cariño...
- Pero nunca de eternidad.
- Bueno, siempre tendrás la llave de mi apartamento.
- Las he arrojado por la ventana mientras dormías.
-¿Y por qué has hecho eso?
- Tu idea de follarnos todo el tiempo, me aterra.
- ¿No me darás si quiera un último beso?
- Podría darte un "no le encuentro sentido".
- ¿Y si te digo que he empezado a sentir algo especial y sublime por ti? ¿Y si te dijera que conocerte me ha liberado de toda esa confusión y dolor que antes sentía?¿Qué me dirías?
- Que empiezas a asustarme.


Ella cogió su bolso y se dirigió a la puerta.

-Oh... ¿sabes?
 Hace unos minutos te llamó una joven. Dejó un mensaje en tu contestadora.
Se llamaba Bárbara.
Justo como el nombre que mencionaste apasionadamente mientras dormías.
Curioso, ¿verdad? Justo cuando ambos acabábamos de despejarnos del pasado, éste nos llama otra vez. e incluso nos deja un mensaje...
Justo cuando creíamos habernos enamorado nuevamente y entregado por completo a una nueva persona...


Diciendo ésto, se retiró a prisa del apartamento de su fugaz amante.
Sus gafas oscuras ocultaban sus nacientes lágrimas y de su garganta parecía emerger un amargo quejido a punto de estallarse.

Mientras tanto, el joven de nuestra historia, se levantaba de la cama de un salto a revisar su contestadora.
Marcó en el teléfono su secuencia de números favoritos. Aquellos números gloriosos que tanto le habían costado olvidar.

- Aló, ¿Bárbara?


viernes, 4 de diciembre de 2015

El abrazador entusiasta, la cándida niña...

- Le preparo un café, señor.
- ¿Tú a mi? yo soy el anfitrión.
- Le tengo gratitud. Déjeme preparárselo.

La cándida niña tenía algo de quince y medio y un talento innato para dar buenas atenciones.
Tenía alma de chacha. Caderas amplias de provinciana y una mirada que siempre se dirigía al piso como si allí se hallara el rostro de aquel quien con ella conversaba.

La cándida niña  preparaba un café de maravilla. Sin embargo se había acabado.
Así que se dirigió a buscarlo cajón tras cajón con paciencia a fin de cumplir con lo antes ofrecido al abrazador entusiasta, quien esperaba impaciente que la cándida niña regresase a su mesa para seguirla observando. Y es que eso hacía. Sólo la observaba. La belleza de la muchacha era prometedora como un flor a punto de abrirse. 

El abrazador entusiasta era un hombre de treinta y cuatro, ojos grandes y mirada fría. Profesional como era, estaba capacitado para realizar tareas imposibles para otros en la computadora y pasaba sus noches terminando proyectos que le eran imposibles hacerlos de día.

Sin embargo el abrazador entusiasta tenía un pasatiempo en particular que lo llenaba de dicha y suma realización: Abrazar.
El abrazo era en el abrazador entusiasta la manera en la que comunicaba sus sentimientos, sus angustias, sus tristezas y hasta sus vicios sexuales. El vehículo perfecto de la expresión sensorial que dejaba a su cuerpo libre de frustraciones amatorias.

Mas se veía inmerso en una sequía.
Su novia, según él solía contar, lo dejó por no llamarla por teléfono.
Así que su vida empezaba a secarse de abrazos y a inundarse de preguntas extrañas del tipo que cuestiona el sentido de su vida, el significado de la felicidad y del por qué parecían ser tan  inalcanzables las mujeres.


- Yo sé que te gusto. Déjame hacerte algo que siempre quise.

Le dijo con un susurro perturbador.  
Mientras se acercaba cada vez más dejándola acorralada en la cocina.

-Señor, ¿qué va hacer?

Exclamó la cándida niña con el temor propio de su edad.
Su mente le decía que debía huir. Su corazón sólo sentía compasión.
Tenía el cuerpo tieso del miedo. Cerró los ojos mientras su rostro formaba un gesto de resignación y desesperanza contenida.
Temía que la besase y se convirtiera en el primer hombre que invadiera sus labios y tocara su lengua. Su pureza era, pues, lo más preciado que tenía, tal y como pasa con las muchachas más desdichadas.



-Sólo quiero abrazarte.
dijo de manera tierna.

Y fue lo último que la cándida niña oyó antes de sumergirse en un abrazo maravilloso, familiar, honesto, amoroso y del todo puro. Un abrazo que pudo ser el de su hermano, o el de su padre, o el de su madre. Un abrazo que gritaba lo mucho que aún deseaba vivir, lo excesivo de su amor por el prójimo y la entrañable manera que tenía él de transmitir sus emociones más profundas y nobles, envolviéndote no en un abrazo sino del amor mismo hecho acto.




sábado, 28 de noviembre de 2015

El lugar que ella habitaba...

La oscuridad de la noche me ocultaba sus muslos.
Y mis dedos los encontraban a tientas.


Sus ojos no hallaban el reflejo ansiado.
Y el péndulo de un reloj resonaba quebrando el silencio
anunciando las tres horas primeras del día.


Su cuerpo parecía cansado, casi rozando el desahucio.
Y mis dedos formaban un arco oval sobre mi abdomen.

El lugar que ella habitaba era lejano.
Casi en el fin del mundo.
Por poco al filo de lo inexplorado.

Una cabaña en medio de un oasis.
Un oasis envuelto de cerezos y miel.
Rebosante de juncos y lirios.
Mágico.
Semejante a quimeras que una mente fabrica.


El lugar que ella habitaba era ahora habitada por ambas.
Y nuestra respiración se confundía como una sola sobre el lecho.

Tanto como nuestras rodillas rozaban
Y nuestras palmas se unían formando un puño amistoso.


Era una noche cualquiera.
Ninguna estrella parecía inspirarnos.

Ni siquiera el rumor de los grillos se oía como me había contado.
No salio tampoco la luna.


Pero era la noche en que al fin
me invitó al lugar que ella habitaba...







domingo, 6 de septiembre de 2015

Sueño de una noche de confesiones malvadas.



Su lengua atravesaba un pomo de miel fresca.
Las manos de ella se deslizaban hacia su pecho desnudo como si le perteneciesen desde siempre.
Y el aleteo de las abejas no era más que la música de fondo de ese encuentro..

Más tarde y ya con prisa, las alas de él volaron dejando sus palabras flotando en el aire, a la vez que se observaban grabadas en el cielo, como surcos agrestes del paisaje nocturno.

El mensaje era malvado y semejante a una confesión. era, de hecho un pensamiento que él no se había atrevido a decirle en el lecho ni mucho menos cuando sus cuerpos trataban de hacerse uno.

Al leerlo, los ojos de la muchacha se abrieron de forma extraña y su cuerpo se desvaneció entre las sábanas de su lecho, dejando su cuerpo desnudo expuesto a la luz de la luna. Su piel era gris. Su corazón era frágil.

Sus dedos rasguñaron sus caderas entre jadeos y quejidos mientras que sus ojos se dirigieron hacia un machete oculto en un cajón, lo tomó, cortó su cabello con amargura y luego arrojó el machete con furia hacia las letras flotantes, mientras estas se disipaban de a pocos pero volvían a juntarse mientras el machete huía con la fuerza de su impulso hacia la oscuridad del bosque...


"Tu cuerpo no sabe como el de ella", se leía aún en la mañana.









sábado, 2 de noviembre de 2013

Una charla muy extraña…



- Estás muy callada.
- Sí.
- ¿No vas a decir nada más?
- (Oh, esto parece un puto interrogatorio, sólo quiero llegar a mi casa,¿sí? No le encuentro sentido salir contigo! Han pasado años desde que nos vimos, se supone que todo sería como antes? Pretendes que mis sentimientos se hayan mantenido intactos como si fuera yo la fiel Penélope y tú mi Odiseo? Ni siquiera tuvimos nada! ¡Sólo nos gustábamos en silencio!) (Exhala profundamente mirando a un lado).
-¿Dijiste algo?
- No, te pareció...
- Hay un poema que alguna vez dijo Vallejo "Me gusta cuando callas porque estás como ausente". La verdad no creo que a algún hombre "normal" le guste que su chica calle, es mejor cuando ríe, cuando parece "presente" y no lo contrario...
- (Vallejo? ¿Cómo te dejaron egresar de la secundaria?) Me parece que fue Neruda quien lo escribió...
- Neruda? Oh, claro, Neruda.. Soy un tonto. Bueno, cualquiera se equivoca...
- (En estos asuntos sólo tú. Por no decir en todos). Sí, cualquiera se equivoca.
-¿Sabes? Quisiera decirte mil cosas, pero siento o quizás parezco intuir que tu respuesta siempre será la misma, serás esquiva e indiferente. ¿Te pasa algo?
- (¿Pasarme algo? Me muero de aburrimiento, no es lo mismo que cuando...) No es lo mismo que cuando estaba con... 
- ¿No es lo mismo que cuando estabas con...?
- Lo siento, hablé en voz alta.
- (¿Aún lo recuerda?) Dime, ¿aún lo extrañas?
- (Odio esa pregunta) No, no es siquiera una sombra. No ocupa lugar en mi vida.
- ¿Y entonces?
- (¡Me resisto a abrirte mi corazón!) Quiero estar sola, es sólo eso.
- ¿Pero... lo extrañas?
- (Está bien, te lo contaré.) Los momentos más bonitos que pasé fueron con él, aunque todo fuese mentira, rescato esos momentos. Fui feliz. Pero ¿sabes? Quisiera volver a vivirlos. Sólo que esta vez sean reales, con alguien realmente auténtico.
A él no lo extraño. Si acaso extraño algo o alguien sería el personaje que él fingía ser y los momentos que él inventaba ...
- ¿Quieres, entonces, enamorarte?
- Supongo que sí.
- ¿Y qué harás con tu tristeza?
- Si me enamoro no habrá espacio para ella. No vivirá en mí. Y todo lo que antes desprecié, aprenderé a querer. Seré como una musa de Woody Allen, amaré con pasión y mi amor será fiel.
- ¿No temes otra decepción? No has aprendido, acaso, que se ama con los pies bien puestos sobre la tierra?
- Te equivocas. La lección que aprendí, fue más bien, la de amar con los ojos abiertos, asegurándome que éste sea correspondido.
- Es una buena lección. Yo mismo lo aprendí... de ti.
- (De mí? Entonces...) De mí?
- Así es. Cuando éramos amigos ¿recuerdas?. Todo era perfecto. Nos reíamos de todo. Y la química era evidente. A veces, te observaba acomodándote el cabello frente el espejo. Cuando te lo soltabas parecías una mujer y no una chica ¡vaya! Eras y sigues siendo muy linda...
- Mira...
- No, déjame continuar… Fue recién cuando él llegó a nuestras vidas que di todo por perdido. Te enamoraste a primera vista de él, a quien yo atribuía el perfil del “chico malo”. Lo rescatable de los chicos malos es su seguridad, la valentía de decirle a una chica sus sentimientos, aunque éstos sean FINGIDOS…
- ¿Y tú crees ser el bueno de esta historia?
- Supongo. ¿Alguna vez te he hecho daño?
- Bueno, no. Pero no sé por qué traes eso a colación... Hablar del pasado es deprimente. ¿Por qué nunca hablas del...
- ¿Futuro?
- No! Del presente.
- ¿No crees que estaré en tu futuro?
- (¡Deja de verme así! ) Te diré algo: ME RECUERDAS AL PASADO.
- Y tú me recuerdas a una gata.
- (¡Por fin dices algo gracioso!)
-¿Ves? Te hice reír. Me encanta tu sonrisa. Y para serte sincero, aún me gustas, igual o más que antes...
- (Lástima que tú a mí ya no) Me voy. Me siento incómoda. No quise salir contigo, creí que sólo querías acompañarme a comprar mis libros. Esto fue demasiado.

Se marchó sin despedirse y él no la detuvo. Era, pues, su impulsividad lo que más le gustaba de ella. La manera cómo reaccionaba ante sus cumplidos. Huyendo.